domingo, 17 de marzo de 2013

Convivencia a Buitrago de Lozoya (8-9-10 de marzo de 2013)

El pasado fin de semana, el grupo de jóvenes pudimos disfrutar de una maravillosa convivencia en Buitrago de Lozoya (Madrid). Allí nos acogieron las RR. de María Inmaculada. Realmente sentimos como esa casa de oración realmente era como estar en nuestra propia casa. Teníamos a nuestra disposición una capilla pequeña preciosa, con vistas a la sierra. Pero a pesar de lo bien que nos acogieron, y comimos, lo mejor de la convivencia estaba por llegar. El sábado comenzamos la catequesis con una pregunta fundamental para nuestra vida: ¿qué es la fe? Ante esta respuesta, lo primero que en general se nos ocurrió fue el "creer en algo que no ves". Pero es en ¿algo o en alguien? Y si es alguien, en ¿quién creemos?¿cómo hemos llegado a creer en esa persona? ¿pero, yo la conozco?




En seguida, nos dimos cuenta que esta pregunta tiene un trasfondo muy especial. La fe es un don especial que recibimos de Dios en el momento en que fuimos bautizados. Aunque yo no me acuerde, así fue. Gracias a ese bautismo y a la fe que nuestros padres nos han enseñado hemos podido o quizás aún no, encontrarnos con una persona: Jesucristo. Pero este don necesita de una respuesta, la nuestra. Pero esta respuesta sería imposible si Jesús no se hubiera hecho hombre y se entregara por amor por mí. Aquí, empezamos a descubrir que quería decir el lema de la convivencia: "Mientras vivo en esta carne, vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí" (Gal 2,20)

Nuestra querido Papa Emérito, Benedicto XVI nos lo decía ya en su encíclica Deus Caritas Est. No somos cristianos por seguir una ética o una moral que nos guste o sea correcta, o por una idea, o por un pensamiento... ni siquiera creemos en lo que Jesús hace o dice, sino que somos cristianos por el encuentro con una persona: Jesucristo.

Con esta idea en mente, escuchamos dos testimonios que nos hablan de la búsqueda del hombre, del corazón inquieto que busca algo o alguien sin saber bien dónde ni cómo. "Yo te buscaba fuera...y estabas tan cerca...dentro de mí". ¡Cuántas veces nos ha pasado lo mismo a nosotros!

Así fuimos tomando conciencia poco a poco de lo que significa este Encuentro y las implicaciones que tiene en nuestra vida.

Después de mucho tiempo, logré ver la película de La Pasión de Cristo. Para entenderla bien, en todo su mensaje, el corazón debe estar abierto y sentir un gran agradecimiento por Jesús. Me acuerdo, que nada más terminar, mi corazón sólo me pedía salir de la habitación y rezar delante del Sagrario. La mirada de Cristo no deja indiferente a nadie, ni tampoco la gran entrega de Amor por el perdón de cada uno de nuestros pecados. Lloré, lloré mucho, pensé en las espadas clavadas en el Corazón de María, nuestra Madre y el dolor del Santísimo Corazón de Jesús, pero por otra parte sientes una infinita gratitud y una gran paz en el corazón.

Pues bien, con esta paz nos acercamos el domingo a la Santa Eucaristía, pero antes, aprendimos a hacer una Lectio Divina; reflexionamos las lecturas de ese domingo de Cuaresma y posteriormente oramos por todo aquello que la Palabra nos suscitaba. Así pues compartimos que fue lo que más nos gustó o lo que más nos tocó el corazón y se puede decir que la parábola del Hijo Pródigo ganó por goleada. Esta lectura nos ayudó a poder terminar la catequesis que habíamos empezado el día anterior. Queremos alegrarnos siempre por la vuelta de nuestros hermanos perdidos y como una vez hizo Jesús, salir a buscarlos para traerlos hacia el Padre. Estamos llamados a sufrir con y a alegrarnos por nuestros hermanos, igual que el Padre lo hace, y a llevar su mensaje a todos, en nuestro día a día. Como somos pecadores, también nosotros necesitamos volver a la casa del Padre, volver al Encuentro con Jesús, y gracias al Sacramento de la Reconciliación esto es posible. Nuestro Papa Francisco, en el Ángelus de este domingo ya nos lo ha dicho. El Padre nunca se cansa de perdonarnos, porque es infinitamente misericordioso; somos nosotros los que nos cansamos. Por ello, Jesús, ayúdame a ser humilde, a ser consciente de lo que significa seguirte y a llevar la cruz, en el fondo, ayúdame a darte todos los días como respuesta un SÍ que me acerque más a Ti y a mis hermanos.



Gracias a Dios por este fin de semana en el que todos hemos podido descansar y disfrutar juntos en el Señor.

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