miércoles, 12 de diciembre de 2012

Vigilia de la Inmaculada y Admisión a órdenes de varios seminaristas




Testimonio de Joaquín, seminarista mayor:

Con gran alegría acojo mi próxima admisión a órdenes, que junto con tres compañeros seminaristas, recibiré de manos de nuestro obispo el próximo 7 de diciembre en la parroquia de Santa María la Mayor (Alcalá), a las 21 horas.

La Admisión a Órdenes pretende reconocer, por parte de los formadores y del propio obispo, la perseverancia en el camino de discernimiento hacia la vocación diaconal y sacerdotal de los seminaristas de tercer año.

Que el Señor me conceda fidelidad y alegría para llevar a término el compromiso que me pide hoy.







Los cuatro seminaristas admitidos a órdenes.


Testimonio de Federico, familiar de Fernando, seminarista mayor:

Chicos:

Me dirijo a todos vosotros porque, como ya sabéis, mi hermano Fernando el día 8 de diciembre ha sido oficialmente admitido a órdenes en el Seminario de Alcalá, y por este motivo algunas personas de la parroquia me han pedido que os cuente cómo se vive el camino al sacerdocio de un seminarista desde el punto de vista de su familia. Pero sobre todo quiero escribiros para daros testimonio de lo grande que puede llegar a ser el amor de Dios y cómo si confiamos en Él, aunque parezca que al principio nos pueda quitar algo, siempre nos devuelve el ciento por uno. También quisiera aclarar que mi intención no es “enseñaros” nada que ya no sepáis sobre Cristo: si en algún momento os parece que lo hago, es porque en realidad lo he vivido yo mismo y quiero dar fe de ello.

Como todos sabéis vengo de una familia cristiana y tanto mi hermano como yo siempre hemos sido educados según los valores del Evangelio, pero ese contexto, si bien fue propicio para el desarrollo de nuestras vocaciones, no basta para explicarlo. En realidad, fue Cristo quien nos fue llevando, al igual que a muchos de vosotros a lo largo de vuestras vidas, poco a poco a través de experiencias de fe que nos fueron enseñando nuestros propios caminos dentro de este mundo tan grande que es la Iglesia. Éste es justamente el motivo de mi testimonio: quiero contaros un ejemplo concreto de cómo seguir a Jesús no es una alternativa más en la vida, sino el único camino posible que nos lleva a ser verdaderamente felices. Y ahora pasaré a contaros por qué siempre digo que la llamada de Dios a Fernando ha sido desde el primer momento una bendición para toda la familia.

Primero me gustaría plantear una cuestión: como todos sabemos, un cristiano debe seguir siempre la voluntad de Dios, y por eso parece fácil pensar que responder a su llamada no es más que un acto de obediencia lógica a un poder superior a nosotros. Pero en realidad es mucho más que eso, porque Dios nos ama tanto que cuando nos llama a algo grande primero nos consulta. Por decirlo de alguna manera, nos pide permiso antes de extendernos su mano para que lo sigamos, y somos nosotros los que libremente decidimos hacerlo. Éste es el primer punto sobre el que quisiera detenerme: la elección de Fernando ha sido un testimonio dentro de la familia de cómo un cristiano puede renunciar a todas sus aspiraciones materiales (incluso las más sencillas, como las comodidades de su casa) para poder seguir a Cristo, y no hacerlo resignado al deseo de una voluntad superior, sino como un hombre libre. Es un testimonio vivo y auténtico para su familia de que nuestra misión en la tierra es caminar con Jesús sin preocuparnos por las cosas a las que tengamos que renunciar, porque sólo así seremos verdaderamente hombres y verdaderamente libres.

El segundo aspecto en cierta medida enlaza con el primero, y se trata de la riqueza de los dones del Señor. Como todos sabéis, una familia cristiana tiene la misión de ayudar a construir el Reino de Dios en casa, como una representación doméstica de la Iglesia, y para eso necesitamos la ayuda de Dios. Justamente eso es lo que mi familia ha vivido: el Señor ha bendecido mi casa dándonos vocaciones distintas, con gracias también diferentes. Y no sólo nos ha acompañado a lo largo de nuestros respectivos caminos, sino que también regaló a mis padres la alegría de que sus hijos puedan servir a la Iglesia de modos diferentes. Por eso puedo deciros sin temor a equivocarme que en estos últimos años tan marcados por la crisis económica el Señor ha enriquecido mi casa, y si a veces no le somos fieles podéis estar seguros que es por nuestros defectos y no por su falta de generosidad.

Mi último motivo parte justamente de esta diversidad de vocaciones, y más concretamente de la de mi hermano. Os imaginaréis que para un chico de 18 años no es fácil dejar su casa, pero para su familia tampoco es tan sencillo asimilar un cambio tan radical. Y sin embargo el Señor, una vez más dándonos muestra de su generosidad, no sólo nos ha ayudado a vivirlo con naturalidad, sino que también nos enseñó algo muy importante: este sacrificio forma parte de nuestra vida. A través de esta separación Cristo me ha hecho ver que mi vocación, mi misión en este mundo, es irrepetible y única, y no tener a mi hermano en casa es parte de ella. Esto indudablemente conlleva un sacrificio para toda la familia, pero posiblemente Dios se haya valido de esto para hacernos ver que toda misión supone un sufrimiento, sin el cual nuestra vida en la tierra no sería auténtica. 
Por eso quisiera pediros vuestra oración para que esta entrega nos permita ponernos a los pies de la Cruz, a los pies de Cristo que fue el primero en sufrir por todos nosotros. Porque este camino que ha emprendido mi hermano, confirmado ahora por su admisión a órdenes, no ha hecho más que empezar, y él necesita vuestras oraciones para nunca desviarse de él y ser un buen servidor del Reino de Dios.  

Un abrazo en Cristo,

Federico  







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