Con
gran alegría acojo mi próxima admisión a
órdenes, que junto con tres compañeros seminaristas, recibiré de manos de
nuestro obispo el próximo 7 de diciembre
en la parroquia de Santa María la Mayor
(Alcalá), a las 21 horas.
La
Admisión a Órdenes pretende reconocer, por parte de los formadores y del propio
obispo, la perseverancia en el camino de discernimiento hacia la vocación
diaconal y sacerdotal de los seminaristas de tercer año.
Que
el Señor me conceda fidelidad y alegría para llevar a término el compromiso que
me pide hoy.
Los cuatro seminaristas admitidos a órdenes.
Testimonio de Federico, familiar de Fernando, seminarista mayor:
Chicos:
Me dirijo a todos vosotros
porque, como ya sabéis, mi hermano Fernando el día 8 de diciembre ha sido
oficialmente admitido a órdenes en el Seminario de Alcalá, y por este motivo
algunas personas de la parroquia me han pedido que os cuente cómo se vive el
camino al sacerdocio de un seminarista desde el punto de vista de su familia.
Pero sobre todo quiero escribiros para daros testimonio de lo grande que puede
llegar a ser el amor de Dios y cómo si confiamos en Él, aunque parezca que al
principio nos pueda quitar algo, siempre nos devuelve el ciento por uno.
También quisiera aclarar que mi intención no es “enseñaros” nada que ya no
sepáis sobre Cristo: si en algún momento os parece que lo hago, es porque en
realidad lo he vivido yo mismo y quiero dar fe de ello.
Como todos sabéis vengo de una
familia cristiana y tanto mi hermano como yo siempre hemos sido educados según
los valores del Evangelio, pero ese contexto, si bien fue propicio para el
desarrollo de nuestras vocaciones, no basta para explicarlo. En realidad, fue
Cristo quien nos fue llevando, al igual que a muchos de vosotros a lo largo de
vuestras vidas, poco a poco a través de experiencias de fe que nos fueron
enseñando nuestros propios caminos dentro de este mundo tan grande que es la
Iglesia. Éste es justamente el motivo de mi testimonio: quiero contaros un
ejemplo concreto de cómo seguir a Jesús no es una alternativa más en la vida,
sino el único camino posible que nos lleva a ser verdaderamente felices. Y
ahora pasaré a contaros por qué siempre digo que la llamada de Dios a Fernando
ha sido desde el primer momento una bendición para toda la familia.
Primero me gustaría plantear una
cuestión: como todos sabemos, un cristiano debe seguir siempre la voluntad de
Dios, y por eso parece fácil pensar que responder a su llamada no es más que un
acto de obediencia lógica a un poder superior a nosotros. Pero en realidad es
mucho más que eso, porque Dios nos ama tanto que cuando nos llama a algo grande
primero nos consulta. Por decirlo de alguna manera, nos pide permiso antes de
extendernos su mano para que lo sigamos, y somos nosotros los que libremente
decidimos hacerlo. Éste es el primer punto sobre el que quisiera detenerme: la
elección de Fernando ha sido un testimonio dentro de la familia de cómo un
cristiano puede renunciar a todas sus aspiraciones materiales (incluso las más
sencillas, como las comodidades de su casa) para poder seguir a Cristo, y no
hacerlo resignado al deseo de una voluntad superior, sino como un hombre libre.
Es un testimonio vivo y auténtico para su familia de que nuestra misión en la
tierra es caminar con Jesús sin preocuparnos por las cosas a las que tengamos
que renunciar, porque sólo así seremos verdaderamente hombres y verdaderamente
libres.
El segundo aspecto en cierta medida
enlaza con el primero, y se trata de la riqueza de los dones del Señor. Como
todos sabéis, una familia cristiana tiene la misión de ayudar a construir el
Reino de Dios en casa, como una representación doméstica de la Iglesia, y para
eso necesitamos la ayuda de Dios. Justamente eso es lo que mi familia ha
vivido: el Señor ha bendecido mi casa dándonos vocaciones distintas, con
gracias también diferentes. Y no sólo nos ha acompañado a lo largo de nuestros
respectivos caminos, sino que también regaló a mis padres la alegría de que sus
hijos puedan servir a la Iglesia de modos diferentes. Por eso puedo deciros sin
temor a equivocarme que en estos últimos años tan marcados por la crisis
económica el Señor ha enriquecido mi casa, y si a veces no le somos fieles
podéis estar seguros que es por nuestros defectos y no por su falta de
generosidad.
Mi último motivo parte justamente
de esta diversidad de vocaciones, y más concretamente de la de mi hermano. Os
imaginaréis que para un chico de 18 años no es fácil dejar su casa, pero para
su familia tampoco es tan sencillo asimilar un cambio tan radical. Y sin
embargo el Señor, una vez más dándonos muestra de su generosidad, no sólo nos
ha ayudado a vivirlo con naturalidad, sino que también nos enseñó algo muy
importante: este sacrificio forma parte de nuestra vida. A través de esta
separación Cristo me ha hecho ver que mi vocación, mi misión en este mundo, es
irrepetible y única, y no tener a mi hermano en casa es parte de ella. Esto
indudablemente conlleva un sacrificio para toda la familia, pero posiblemente
Dios se haya valido de esto para hacernos ver que toda misión supone un
sufrimiento, sin el cual nuestra vida en la tierra no sería auténtica.
Por eso
quisiera pediros vuestra oración para que esta entrega nos permita ponernos a
los pies de la Cruz, a los pies de Cristo que fue el primero en sufrir por
todos nosotros. Porque este camino que ha emprendido mi hermano, confirmado
ahora por su admisión a órdenes, no ha hecho más que empezar, y él necesita
vuestras oraciones para nunca desviarse de él y ser un buen servidor del Reino
de Dios.
Un abrazo en Cristo,
Federico
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